Los consejeros se arrodillaron junto a su rey con ojos desorbitados. Tanta tensión acumulada en los últimos días estaba pasando factura a más de uno.
Después de unos interminables minutos que más parecieron horas el color empezó a volver a las mejillas del rey, y pronto pero pausadamente pudo jadear algunas palabras.
-Bien, bien, estoy mejor, mucho mejor, tranquilos amigos míos -susurró el rey intentando coger el aire que le faltaba-. Han sido los disgustos que pueden con este viejo y pobre anciano, dejadme descansar un instante, ya no soy tan fuerte ni tengo la salud de hierro como antes.
-Mi señor -suplicó Garón- tenéis que dormir por lo menos unas horas. Habéis estado prácticamente los diez días que llevamos de exilio despierto y con grandes preocupaciones en la cabeza. Además de la mala alimentación que llevamos que no os ayuda en nada.
-Sí, es cierto, Garón. Tienes razón, debo dormir.
-Yo me quedaré con vos, mi rey. Vosotros iros, el rey necesita descansar.
Garón, Valdorán y Lalos dieron media vuelta y se encaminaron hacia la puerta. Cuando ésta estaba a punto de cerrarse Lalos echó un vistazo hacia atrás con gesto de preocupación denotado en su fruncido ceño, cerró la puerta lentamente y la habitación quedó totalmente en silencio.
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