lunes, 25 de febrero de 2008

Prólogo (Pág. 13)

-En la búsqueda he notado un gran poder y energías malvadas, tal vez algo nos ocurra en breve, tenemos que darnos prisa en tomar una decisión, aunque puede que haya un resquicio de esperanza, he percibido energías pequeñas, energías positivas.

-Sí, yo también lo he notado Lalos –corroboró Valdorán a su otro compañero-, puede que haya vida debajo de nosotros, y si hay vida por aquí cerca puede que haya algo más, puede incluso que encontremos tierra firme, aunque nos va ser muy difícil entre esta espesura divisar algo, quizás lo hayamos pasado de largo o las huestes de Nerao nos hayan empujado lejos de todo ello, seguro que por eso las gárgolas se lo estuvieran pasando tan bien. Esos malditos bichos, no me perdonaría nunca que perdiéramos la oportunidad de salvar a nuestro pueblo.

-Valdorán, debemos comunicárselo al rey. Los acontecimientos han cambiado y aunque nos pese debemos interrumpir su descanso.

-Tienes razón Garón, ayuda a bajar a Lalos a la bodega, que le den algo de comer y beber y que descanse un poco, luego encárgate de dar las buenas nuevas. Yo voy a echar un vistazo a los de aquí arriba, seguro están pasándolo mal también.

-Bien, vamos Lalos, necesitas algo que echarte a la boca, te has portado como un tigre, muchacho.

Garón y Lalos echaron a andar escaleras abajo, mientras Valdorán ya ayudaba en la lucha con las velas.

Aielas bajó al sótano del barco. Al entrar la gente le miró con breve gesto de preocupación, parecía que se encontraba peor que antes, sin duda estaba siendo un suplicio para él, y a pesar de todo tenía que ayudar en todo lo posible tanto en la cubierta como bajo ella. Con paso rápido se acercó a un rincón. Una mujer estaba de espaldas a la escalera, sus manos amasaban lo que parecían bollos de

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