tan cercano que había creído percibir cierto olor un tanto desagradable. Una mano se posó en su hombro y Aielas se dio la vuelta mientras su mano iba a la empuñadura de su espada, pero entonces noto un fuerte golpe en el pecho que le hizo perder el equilibrio. Cayendo hacia atrás se asió a una de las cuerdas de la barandilla y se agarró fuertemente, lo cual lo salvó de no caer por la borda. Una risa burlona resonó en la oscuridad, ¿qué era ese ser que intentaba jugar con él?
-Muéstrate maldito, levanta esta oscuridad que nos rodea y pelea con honor, te juro que te mataré -gritó valientemente el príncipe.
-No digas bobadas -sentenció una voz grave y gutural a escasos centímetros de su oído-. Ni vas a ver más allá de tus narices, ni vas a acabar conmigo, eres tú el que va a despedirse de este mundo.
No sabía porque pero Aielas creyó a ese ser que se reía de él en su propia cara, mas no podía caer tan pronto, no sin antes luchar. De improviso le vino a la mente su madre y su hermana, tenía que avisarlas de algún modo, no podía dejar que ese ser bajara a la bodega, mataría a toda su gente. Con un movimiento rápido sacó la tizona de su vaina plateada y lanzó al aire un tremendo mandoble que por poco no lo vuelve a tirar de bruces al suelo, su estocada no alcanzó nada físico y lo único que hizo fue que girara bruscamente sobre sí mismo. La misma risa burlona volvió a oírse cerca de él y entonces comprendió el porque de su fallo, la risa procedía desde arriba y por tanto el ser del que provenía tenía que estar en el aire.
-Por fin lo has comprendido muchachito -dijo burlonamente la gárgola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario