lunes, 10 de marzo de 2008

Prólogo (Pág. 22)

objetivo de monstruo marino y cerró los ojos alzando una plegaria a quien pudiera oírlo por su gente, por sus padres y amigos, por su hermana.

Algo zarandeó el barco con una fuerza sobrehumana. Heléanos se despertó sobresaltado y vio a Maleos mirando por el ojo de buey. Al volver la cara hacia su rey, éste pudo comprobar los ojos desorbitados del consejero, se acercó hacia la ventana y observó la escena dantesca que se desarrollaba ante él. A través de los relámpagos y a lo lejos pudo divisar la flota al completo, la niebla se había disipado. Una veintena de animales monstruosos tan grandes como los mástiles de las velas devoraban los barcos haciéndolos pedazos, trozos de madera se esparcían por el agua, y seres voladores caían bajo las fauces de esos tremendos seres partiéndolos en dos. La mirada de Heléanos se llenó de lágrimas mientras veía con impotencia cómo su pueblo era destruido en medio de ese gran océano. Volvió la cabeza hacia Maleos y sus ojos se cruzaron en una mirada de infinita tristeza, abrazó fuertemente a su amigo de la infancia, y se despidió de él.

Otro gran golpe zarandeó el barco y el agua comenzó a colarse inundándolo todo. Un estridente chillido se alzó por encima de la tormenta en señal de triunfo. Otros tantos lo acompañaron durante minutos interminables. Bramidos que ningún esturo pudo oír ya.

Prólogo (Pág. 21)

La gárgola estaba a punto de alcanzar a la princesa, cuando una gran sacudida en proa hizo girar la cabeza a ésta viendo con miedo en el cuerpo el causante de tal destrozo. Se alzaba unos diez metros sobre la cubierta y su cuello era casi tan ancho como el mismo barco. Una monstruosa serpiente marina apareció de repente y abrió sus fauces cogiendo a varias de las gárgolas que propinaban la paliza al príncipe, y con un movimiento brusco de su cuello comenzaron a esparcirse las mitades de éstas. Aielas no podía creer lo que estaba viendo, pero menos lo podía creer la gárgola superviviente, sus compañeras estaban siendo devoradas por aquel ser gigantesco. Aprovechando el despiste, Ariela bajó de nuevo por la escalera advirtiendo a su madre del peligro acaecido en la superficie y ésta mandó reunir a todos en un rincón rezando a Quiraos por todo su pueblo.

Aielas, viendo que su hermana había decidido volver a esconderse, se fijó más detenidamente en el nuevo peligro que se avecinaba ante ellos, ahora estaba todo perdido, con las gárgolas hubiera tenido una ligera posibilidad pero ante este ser y sin su arma y cansado para invocar nueva magia no podía hacer nada, la muerte era segura.

La temible serpiente lanzó su cuello hacia adelante rompiendo los mástiles del barco y esparciendo las velas por toda la cubierta. Volvió a utilizar sus fauces y un tremendo agujero se hizo a estribor por donde el mar empezó a colarse y anegar el barco. La gárgola, aterrada, intentó alzar el vuelo desesperadamente agitando sus membranosas alas coriáceas mas el monstruoso ser la agarró con su lengua bífida y se la metió en la boca tragándola entera entre gritos de desesperación del maléfico ser del averno por conocer su terrible destino. De nuevo la serpiente marina se abalanzó sobre la cubierta del barco todavía con restos de la gárgola entre sus afilados y gigantescos colmillos, Aielas vio claramente cuál era el

Y se acabó el Prólogo!!

Perdón por el retraso pero he estado convaleciente este fin de semana (es decir, de boda... jeje).

Con estas dos próximas entradas termino de colgar el Prólogo. Lo podéis descargar entero en el enlace de la columna de la derecha, el de la portada naranja. Está colgado en Lulú.com.

martes, 4 de marzo de 2008

Prólogo (Pág. 20)

Aielas se abalanzó ante su enemigo con los brazos extendidos con la idea de agarrarse a él. No sabía cómo pero tenía que acabar con él como fuera, por su pueblo, y por las pocas fuerzas que le iban quedando. Sus fuertes antebrazos atenazaron el cuello del ser del infierno y lo apretaron contra su propio pecho con la idea de ahogarlo, pero la gárgola era mucho más fuerte y rodó sobre sí misma intentando zafarse en el suelo del príncipe de los esturos. El forcejeo duró lo que pareció una eternidad para Aielas, y comenzó a notar cómo la gárgola se desprendía de su abrazo y le ponía de espaldas a la madera. El esturo encogió sus piernas y con toda su fuerza lanzó al ser grisáceo a unos dos metros, pudiendo coger un poco de aliento. Se llevó los dedos índice y corazón a la frente y comenzó a lanzar un conjuro contra el ser del averno con la idea de acabar el combate lo antes posible. Su cuerpo comenzó a lucir con un destello plateado que pronto se tornó en un fuego azulado que recorrió todo su ser, una gran bola de fuego apareció delante de sus narices, cada vez más grande y poderosa… entonces la escotilla se abrió, y apareció la cabeza de una joven. A Aielas se le cayó el mundo encima, y con ello se desvaneció la energía acumulada. Todo lo contrario que a la gárgola que se alegró tremendamente del giro que daba el combate. Con un gruñido triunfante se puso a cuatro patas dispuesta a lanzarse contra aquella jovencita con tan buena suerte que varias de sus feroces amigas bajaron y rodearon al príncipe que aún seguía tendido en el suelo jadeante por el esfuerzo del poder mágico emergente en él.

Aielas gritó presa de la desesperación a su hermana, pero ésta ni lo escuchó viendo lo que se la venía encima.

Las gárgolas rodearon al joven y comenzaron a repartir golpes y patadas a diestro y siniestro, golpes que no sentía el príncipe atento a la escena que se desarrollaba en la escotilla del barco.

lunes, 3 de marzo de 2008

Prólogo (Pág. 19)

por lo que pudiera suceder allí arriba, pero nadie se acercó a los escalones.

De repente la princesa alzó la voz en grito:

-¡Pero es que nadie va a hacer nada por ayudar a mi hermano, tan poco os importa vuestro futuro rey y vuestros compañeros y amigos!

-Cállate tú también, Ariela -mandó su madre con dureza.

-Pero madre…, Aielas está en peligro, tenemos que ayudarlo, son muy pocos ahí arriba, ¿es que quieres que los maten a todos?

-No Ariela, no quiero que maten a nadie, y tampoco quiero que maten a los de aquí abajo, así que mantén la calma y la boca cerrada.

Ariela, impotente, miró a su madre con el llanto en los ojos, y decidió. Si no iba nadie a ayudar a su hermano, iría ella misma aún sin el consentimiento de su reina. Dedicó a su madre una última mirada con firmeza y salió corriendo hacia las escaleras.

La reina al ver a su hija abalanzarse sobre la escotilla intentó salir tras ella, pero la joven era más rápida y no pudo alcanzarla, y sabiendo el peligro que conllevaba subir a la superficie para su gente y abandonarlos a su suerte frenó en seco con la desesperación plasmada en su rostro.

La gárgola que estaba en el suelo hizo una mueca divertida ante su oponente.

-¿Ahora qué vas a hacer?, ahora que has perdido tu flamante arma, ¿me vas a despedazar con tus propias manos? ¿O quizás me hechices con esos tatuajes de tu frente? -dijo ésta con sarcasmo.

-Si es necesario te mataré a patadas, monstruo.

El tatuaje al que se refería la gárgola era una media luna grabada en la frente del joven príncipe, y al que recurría para utilizar la magia contenida en su ser.

domingo, 2 de marzo de 2008

Prólogo (Pág. 18)

derecho de Aielas y le hizo tambalearse e hincar la rodilla en la cubierta. El dolor producido y la impotencia hicieron que la rabia contenida tras los aciagos días surgiera como un torrente del cuerpo de éste y con una fuerza inusitada agarró con sus dos manos las garras clavadas en los hombros. De un tirón notó cómo se desprendían de su cuerpo llevándose trozos de carne con ellas y oyó un tremendo impacto delante de él, donde lo lanzó. La gárgola, sorprendida, intentó levantarse lo más rápido posible pero la punta de la espada se clavó en una de sus alas desgarrándole la membrana y los nervios cartilaginosos. Herida como estaba no podía pensar con claridad cómo ese ser inferior había reaccionado tan rápido. Aielas volvió a lanzar un tajo que hirió a la gárgola en uno de los brazos y un chorro de sangre negruzca surgió de la herida a borbotones. Por fin el esturo consiguió ver dónde estaba, parecía que una fina película se había borrado de sus ojos, el conjuro mágico lanzado por la gárgola se extinguió con las fuerzas perdidas por las heridas inflingidas. Vio claramente al ser que lo había atacado allí tendido frente a él. Calculó que medía cerca de los dos metros y medio y se fijó en los músculos bien formados del ser maléfico. Antes de que éste pudiera levantarse de nuevo, volvió a lanzar una estocada pero esta vez mortal hacia el pecho de su enemigo con tan mala suerte que cuando la espada estaba a punto de clavarse algo agarró firmemente el filo y la espada salió volando de entre sus manos. Aielas miró hacia arriba y distinguió cómo otra gárgola batía las alas de espaldas a él con su propio acero entre las garras.

La reina Cáriala sintió los ruidos de la cubierta y con voz rápida y apremiante mandó callar a todos los presentes en la bodega. Los niños no lo pensaron dos veces y se quedaron mudos sabiendo la urgencia de la voz del mandato, los demás se quedaron pensativos y preocupados