miércoles, 16 de abril de 2008

CAPÍTULO 1. La ciudad encantada

Capítulo 1

La ciudad encantada

G

randes playas de color blanco marfil bordeaban la isla y daban paso a unos bosques verdes y espesos, con gran variedad de árboles y plantas aromáticas, desde cocoteros y plataneros hasta jazmines y zarzamoras. Por ellos serpenteaban estrechos y sinuosos caminos, bien camuflados, muy difíciles de encontrar, los cuales solo sus habitantes conocían, si bien es cierto que solo ellos los recorrían, puesto nadie más tenía ni la más remota idea de la existencia de la isla, a excepción, por supuesto, de toda clase de animales que correteaban y vivían allí, bien cercanos a las playas bien ocultos entre las montañas, desde pequeños roedores hasta enormes reptiles, pasando por pequeños zorros, ciervos, algún que otro felino, e incluso pequeños o grandes voladores. La fauna y flora de la isla era enormemente rica en todos los sentidos.

En el centro de un gran anillo, que limitaba con la playa, de enormes robles, altos álamos, pinos, voluminosas encinas, y ricos árboles frutales, se situaba Orhim.

La ciudad estaba construida en su mayoría de cristal, plata, y mármol azulado tan brillante que los rayos del sol que se filtraban a través de él se reflejaban formando diversos arco iris en las paredes de las casas. Los techos de las casas eran acristalados y todos los habitantes desde sus propias casas podían disfrutar sólo con mirar hacia arriba de unas maravillosas vistas. El cristal era muy resistente a la vez que moldeable que ellos mismos producían dejando secar la sal de las grandes lagunas de mar situadas a las afueras de la ciudad.

Las casas no se construían directamente en el suelo sino que se alzaban metro y medio por encima, puesto que cuando se construyeron las mismas el suelo estaba totalmente anegado, fruto de la catástrofe sufrida antiguamente, ya que originalmente la isla pertenecía al mar y no se situaba en la superficie. No eran casas muy altas, más bien bajas, y no muy grandes, lo suficiente para que una familia pudiera vivir cómodamente porque todos sabían que en la isla el espacio era reducido. Pero éstas eran enormemente bellas, de ventanas redondas y llamativas, alfeizares decorados con plantas y flores de diferentes colores, y grabados en las paredes trabajados a mano por los propios dueños, maestros auténticos en los quehaceres manuales como la arquitectura o escultura. Elaboradas figuras de cristal y plata flanqueaban las puertas de entrada a las casas que a su vez eran rodeadas por un cuidado jardín en el que se distinguían infinidad de olores agradables que invitaban a pararse y disfrutar de ellos por lo menos un instante.

Las calzadas de la ciudad se construían también en mármol azulado en cuyos lados se alzaban mimadas jardineras y esculturas de diversos seres y animales propios de la cultura propia de los habitantes de la ciudad. Y fuentecillas decoradas con una diversa gama de colores se situaban en cada esquina o cruce de caminos, los cuales se comunicaban mediante puentes de madera que salvaban infinidad de riachuelos de poca profundidad serpenteando éstos a sus anchas por toda la ciudad. Tres grandes ríos, que partían desde las playas y cruzaban los agrestes bosques, delimitaban ésta en tres partes iguales, y a su vez confluían en un gran lago situado en el centro justo de la ciudad del que emergía, majestuosa e imponente, Talad-sul.

La Torre de la Luz quedaba suspendida en un gran chorro de agua proveniente del interior de la isla, por alguna extraña razón el agua surgía con tremenda fuerza desde el centro del lago suspendiendo dicha torre antes cimentada en la mismísima tierra. La salida del agua era rítmica, y hacía a ésta quedar quieta como si los que la hubieran construido hubieran utilizado la fuerza de los elementos para anclarla de ese modo al aire. El sobrante de agua proveniente del chorro se esparcía por todo el lago y desembocaba en los tres grandes ríos, los cuales tenían salida al mar en cada uno de sus extremos, las Puertas del Océano así lo indicaban, tres enormes arcos de mármol pulido y pulcramente decorados con antiguas runas y escenas ya olvidadas en el tiempo.

lunes, 14 de abril de 2008

De vuelta...

Pues sí...

De vuelta jeje, y es que entre unas cosas y otras no he hecho nada de nada ;-) . Pero mañana seguiré con los siguientes capítulos, así que estad atentos. Hasta mañana!!

lunes, 10 de marzo de 2008

Prólogo (Pág. 22)

objetivo de monstruo marino y cerró los ojos alzando una plegaria a quien pudiera oírlo por su gente, por sus padres y amigos, por su hermana.

Algo zarandeó el barco con una fuerza sobrehumana. Heléanos se despertó sobresaltado y vio a Maleos mirando por el ojo de buey. Al volver la cara hacia su rey, éste pudo comprobar los ojos desorbitados del consejero, se acercó hacia la ventana y observó la escena dantesca que se desarrollaba ante él. A través de los relámpagos y a lo lejos pudo divisar la flota al completo, la niebla se había disipado. Una veintena de animales monstruosos tan grandes como los mástiles de las velas devoraban los barcos haciéndolos pedazos, trozos de madera se esparcían por el agua, y seres voladores caían bajo las fauces de esos tremendos seres partiéndolos en dos. La mirada de Heléanos se llenó de lágrimas mientras veía con impotencia cómo su pueblo era destruido en medio de ese gran océano. Volvió la cabeza hacia Maleos y sus ojos se cruzaron en una mirada de infinita tristeza, abrazó fuertemente a su amigo de la infancia, y se despidió de él.

Otro gran golpe zarandeó el barco y el agua comenzó a colarse inundándolo todo. Un estridente chillido se alzó por encima de la tormenta en señal de triunfo. Otros tantos lo acompañaron durante minutos interminables. Bramidos que ningún esturo pudo oír ya.

Prólogo (Pág. 21)

La gárgola estaba a punto de alcanzar a la princesa, cuando una gran sacudida en proa hizo girar la cabeza a ésta viendo con miedo en el cuerpo el causante de tal destrozo. Se alzaba unos diez metros sobre la cubierta y su cuello era casi tan ancho como el mismo barco. Una monstruosa serpiente marina apareció de repente y abrió sus fauces cogiendo a varias de las gárgolas que propinaban la paliza al príncipe, y con un movimiento brusco de su cuello comenzaron a esparcirse las mitades de éstas. Aielas no podía creer lo que estaba viendo, pero menos lo podía creer la gárgola superviviente, sus compañeras estaban siendo devoradas por aquel ser gigantesco. Aprovechando el despiste, Ariela bajó de nuevo por la escalera advirtiendo a su madre del peligro acaecido en la superficie y ésta mandó reunir a todos en un rincón rezando a Quiraos por todo su pueblo.

Aielas, viendo que su hermana había decidido volver a esconderse, se fijó más detenidamente en el nuevo peligro que se avecinaba ante ellos, ahora estaba todo perdido, con las gárgolas hubiera tenido una ligera posibilidad pero ante este ser y sin su arma y cansado para invocar nueva magia no podía hacer nada, la muerte era segura.

La temible serpiente lanzó su cuello hacia adelante rompiendo los mástiles del barco y esparciendo las velas por toda la cubierta. Volvió a utilizar sus fauces y un tremendo agujero se hizo a estribor por donde el mar empezó a colarse y anegar el barco. La gárgola, aterrada, intentó alzar el vuelo desesperadamente agitando sus membranosas alas coriáceas mas el monstruoso ser la agarró con su lengua bífida y se la metió en la boca tragándola entera entre gritos de desesperación del maléfico ser del averno por conocer su terrible destino. De nuevo la serpiente marina se abalanzó sobre la cubierta del barco todavía con restos de la gárgola entre sus afilados y gigantescos colmillos, Aielas vio claramente cuál era el

Y se acabó el Prólogo!!

Perdón por el retraso pero he estado convaleciente este fin de semana (es decir, de boda... jeje).

Con estas dos próximas entradas termino de colgar el Prólogo. Lo podéis descargar entero en el enlace de la columna de la derecha, el de la portada naranja. Está colgado en Lulú.com.

martes, 4 de marzo de 2008

Prólogo (Pág. 20)

Aielas se abalanzó ante su enemigo con los brazos extendidos con la idea de agarrarse a él. No sabía cómo pero tenía que acabar con él como fuera, por su pueblo, y por las pocas fuerzas que le iban quedando. Sus fuertes antebrazos atenazaron el cuello del ser del infierno y lo apretaron contra su propio pecho con la idea de ahogarlo, pero la gárgola era mucho más fuerte y rodó sobre sí misma intentando zafarse en el suelo del príncipe de los esturos. El forcejeo duró lo que pareció una eternidad para Aielas, y comenzó a notar cómo la gárgola se desprendía de su abrazo y le ponía de espaldas a la madera. El esturo encogió sus piernas y con toda su fuerza lanzó al ser grisáceo a unos dos metros, pudiendo coger un poco de aliento. Se llevó los dedos índice y corazón a la frente y comenzó a lanzar un conjuro contra el ser del averno con la idea de acabar el combate lo antes posible. Su cuerpo comenzó a lucir con un destello plateado que pronto se tornó en un fuego azulado que recorrió todo su ser, una gran bola de fuego apareció delante de sus narices, cada vez más grande y poderosa… entonces la escotilla se abrió, y apareció la cabeza de una joven. A Aielas se le cayó el mundo encima, y con ello se desvaneció la energía acumulada. Todo lo contrario que a la gárgola que se alegró tremendamente del giro que daba el combate. Con un gruñido triunfante se puso a cuatro patas dispuesta a lanzarse contra aquella jovencita con tan buena suerte que varias de sus feroces amigas bajaron y rodearon al príncipe que aún seguía tendido en el suelo jadeante por el esfuerzo del poder mágico emergente en él.

Aielas gritó presa de la desesperación a su hermana, pero ésta ni lo escuchó viendo lo que se la venía encima.

Las gárgolas rodearon al joven y comenzaron a repartir golpes y patadas a diestro y siniestro, golpes que no sentía el príncipe atento a la escena que se desarrollaba en la escotilla del barco.

lunes, 3 de marzo de 2008

Prólogo (Pág. 19)

por lo que pudiera suceder allí arriba, pero nadie se acercó a los escalones.

De repente la princesa alzó la voz en grito:

-¡Pero es que nadie va a hacer nada por ayudar a mi hermano, tan poco os importa vuestro futuro rey y vuestros compañeros y amigos!

-Cállate tú también, Ariela -mandó su madre con dureza.

-Pero madre…, Aielas está en peligro, tenemos que ayudarlo, son muy pocos ahí arriba, ¿es que quieres que los maten a todos?

-No Ariela, no quiero que maten a nadie, y tampoco quiero que maten a los de aquí abajo, así que mantén la calma y la boca cerrada.

Ariela, impotente, miró a su madre con el llanto en los ojos, y decidió. Si no iba nadie a ayudar a su hermano, iría ella misma aún sin el consentimiento de su reina. Dedicó a su madre una última mirada con firmeza y salió corriendo hacia las escaleras.

La reina al ver a su hija abalanzarse sobre la escotilla intentó salir tras ella, pero la joven era más rápida y no pudo alcanzarla, y sabiendo el peligro que conllevaba subir a la superficie para su gente y abandonarlos a su suerte frenó en seco con la desesperación plasmada en su rostro.

La gárgola que estaba en el suelo hizo una mueca divertida ante su oponente.

-¿Ahora qué vas a hacer?, ahora que has perdido tu flamante arma, ¿me vas a despedazar con tus propias manos? ¿O quizás me hechices con esos tatuajes de tu frente? -dijo ésta con sarcasmo.

-Si es necesario te mataré a patadas, monstruo.

El tatuaje al que se refería la gárgola era una media luna grabada en la frente del joven príncipe, y al que recurría para utilizar la magia contenida en su ser.